jueves, 11 de octubre de 2012

Rutina personal




Nada más salir del portal, aun con legañas en los ojos y el sabor del café bebido de un sorbo, me topo con la mujer menuda de tacones que llega más tarde que yo. Siempre nos cruzamos, ella corriendo con su cara repintada mientras que yo avanzo acompañada del sonido de sus tacones. Después suelo saludar al joven trajeado que aparca la bici frente al teatro, no lo conozco, no es guapo, pero me gusta su estilo. Saliendo de su casa baja el padre biológico con los niños cogidos de la mano. Nadie podrá negar que la niña tiene su nariz y ojos; y el niño su mismo cuerpo desgarbado e idéntico caminar, una exacta réplica de su padre pero en rubio, sospecho proveniente de la madre, a la que nunca he visto.  A veces coincido con el camarero encargado del mesón de la plaza, y me encanta ver cómo dispara sus enérgicos buenos días a todo aquel que se cruce en su puesta de terraza, especialmente a las jóvenes que le dedican una sonrisa.  Alguna vez he participado en el ritual. También saludo a la chica que conozco de toda la vida pero no sé de qué, ni  cuál es su nombre, ni a qué se dedica; nunca hemos mantenido una conversación más allá del” hola, buenos días, qué tal”, pero cada vez que nos encontramos mantenemos esa costumbre. Me gustaría saber qué sabe ella de mí. Llegando al garaje deseo encontrarme a mi persona favorita, el señor mayor de pelo cano y barba, cara de sabio, ojos bondadosos y una educación exquisita. Siempre me cede el paso y me abre la puerta del garaje, todo un caballero. Mi primera conjetura fue que era profesor o maestro, pero desde que observé que desaparecía en la época de Navidad mi teoría de que es “Papa Noel” fue cobrando cada vez más fuerza.

Observo y hago mis terorías, durante los escasos 3 minutos que dura el trayecto de casa al garaje, cada día.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario