viernes, 10 de diciembre de 2010

El masaje



Estaba en el aire. Después de varias apuestas y alguna indirecta, se veía venir que ocurriría. Cuando él se coló en su portal, tras ofrecerse sólo a acompañarla, ella no puso reparos. Prepararon té, encendieron la estufa y comenzaron a entrar en calor.

-“Empiezas tú”, dijo él, “y nada de sexo”, añadió.

-“Yo no te pienso besar”, replicó ella.

Se quitó la camiseta y ella se colocó sobre él, se remangó y empezó a deslizar la crema por su espalda. Él se quejó de que estaba fría, que se quejara una vez más no le extrañó a ella, pero prosiguió. Pronto dejó de hablar así que ella sabía que lo estaba haciendo bien, como le había dicho que sabía hacer. Masajeó su espalda de arriba a bajo, deslizó sus dedos hasta la nuca y los introdujo con fuerza en el cuero cabelludo, presionó. Siguió deslizando sus manos con fuerza por su espalda (ya no prohibida), presionando, acariciando, rozando. Él pidió aceite y ella lo embadurnó, no sin antes quitarse la ropa, no fuera que se manchara… Siguió serpenteando por todo su cuerpo, presionó sus brazos desde los hombros hasta los dedos de las manos, él seguía callado, bajó la corva de la espalda y se paró en su culo. Se quitó los pantalones y el slip, quedó desnudo. Ella presionó con sus puños entre los muslos y su trasero, clavaba los nudillos como si fuera un gato acomodándose en su asiento, amasó sus carnes hasta que le pudo ver la piel de gallina. “¿Tienes frío?” preguntó con media sonrisa, no… no lo tenía. Con la punta de sus dedos fue acariciando su espalda, giró sus manos y usó las uñas esta vez, de arriba abajo, por su culo, debajo, entre los muslos, roces suaves, livianos, casi imperceptibles. Acercó la boca a su nuca y le mordió con travesura, pero él presionó el botón de alarma…

-“Es mi turno” exclamó. “Tu masaje no ha estado mal, pero se puede mejorar”.

Ella se tumbó sobre la cama, estaba en ropa interior así que sólo tuvo que desabrocharle el sujetador. Cogió la botella de aceite y lo volcó sobre su espalda, sus manos eran grandes, fuertes, con un mínimo movimiento ya la recorría entera. Ejercía la presión justa, no era suave y a ella le gustaba, su espalda era firme, robusta y él encontraba cada uno de los puntos donde su tensión se acumulaba. Durante un buen rato consiguió liberarle de todo el estrés con sólo la presión de sus dedos, ella se relajó por completo, se abandonó, confió. Entonces empujó de forma brusca sus brazos hacia arriba, y bordeó sus costados desde la cintura, rozando el pecho, pasando por las axilas, hombros, antebrazos, manos, y apretó sus manos, sus dedos. Ella forcejeó con los dedos entre los suyos, su excitación emanaba por todos los poros de su piel. Él lo sabía y jugó con ello, recorrió nuevamente su espalda, se volcó sobre ella, apoyó sus codos y brazos y se deslizó con la ayuda del aceite, podía sentir su aliento, su respiración entrecortada. Presionó su espalda hasta llegar al final, le quitó las braguitas y presionó con fuerza su culo, pellizcando, masajeando, acariciando, bajó a sus muslos, utilizó sus pulgares, manos, nudillos, subió lentamente recorriendo cada parte de su cuerpo, hasta la nuca, pero ya no presionaba, sólo acariciaba. Comenzó una larga sesión de caricias que erizaron su piel con sólo imaginar cuándo sería la próxima vez que sus manos la tocarían. Lo hacía lento, suave, despacio, no tenía prisa, sabía cómo hacerlo. Le pidió que se diera la vuelta y ella lo hizo. Comenzó a masajear sus caderas, sus manos rodeaban su cuerpo y lo podía observar mientras lo hacía. Fue hacia su vientre, la presión que ejercía era más leve pero en su justa medida. Subió hasta la cintura, bajaba nuevamente hasta su vientre pasando por su ombligo, y terminaba en sus caderas agarrándolas con fuerza. Entonces pasó a las caricias, usó la palma de sus manos que apenas unos milímetros distaban de la piel, caderas, vientre, ombligo, cintura… y subió al pecho. Comenzó a describir elipses con sus dedos, dibujando ochos, círculos concéntricos y espirales que finalizaban en sus pezones. Apretó sus pezones y observó con distancia cómo ella se removía sobre las sábanas, pero debajo de él. Siguió apretando sus pezones sin dejar de mirarla, le dedicó largo tiempo a sus pechos, ella no conseguía abrir los ojos, tal era el deseo y el placer que sólo ansiaba que se abalanzara sobre ella y la penetrara con la misma fuerza que antes sus manos ejercieran sobre su cuerpo. Pero ese no era el trato, no podía, no quería ser ella quien perdiera...

- ¿serás capaz de aguantarlo?” preguntó ella

- “Es mejor así…hay que aguantar” respondió él

Entonces ella rozó son los dedos su polla, húmeda, dura, erecta, jugó con la punta entre sus dedos, la acarició. Siguió hasta sus testículos y los rozó, los tocó, los trató como frágil cristal y lentamente los soltó. Él abandonó uno de sus pechos para sujetarle la mano a ella, la cogió y la empujó hasta arriba, por encima de su cabeza… y volvió a asirle su pecho.

-“Esto no se para”, jadeó ella, “no lo puedes parar…”

Él ya había empezado a bajar su mano izquierda hasta su ombligo, lo rodeó con caricias, siguió por su vientre, hasta el pubis, lo acarició, se adentró en él con sus dedos. Ella se retorcía de placer mientras que él la masturbaba con sus dedos, la miraba mientras pellizcaba su pezón y buceaba en la humedad de su coño, sentía su deseo, sentía su necesidad y prosiguió hasta que ella gritó entre espasmos orgásmicos, retorciéndose de placer, de deseo... hasta correrse.

Se tumbaron uno al lado del otro, ella pensó en besarle, masturbarle y follárselo durante horas pero él se vistió y la avisó de que no podía quedarse a dormir… Lo acompañó a la puerta y como despedida se dieron un abrazo.

A fin de cuentas… ella le dijo que no le daría ningún beso.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

La cita







Ya no recordaba lo que se siente:

Excitación, curiosidad, nervios…

Podemos camuflarlo como quieras

pero tú y yo tenemos una cita

y apenas nos conocemos.


Sólo un intercambio de palabras escritas

que han flirteado sin querer aparentarlo.


Beberemos vino,

jugarás con los palillos,

hablaré, preguntarás, escucharé,

quizás seamos coquetos

quizás sea divertido.