domingo, 29 de marzo de 2009

Sexo y desprecio


8 de la tarde y ya le había advertido. Quería encontrarlo preparado. Sin esperas, sin retrasos. La misma habitación de hotel, la misma hora, pero él ya estaría dentro. Subió las escaleras sin pasar por recepción, su natural discreción la confundió con una cliente habitual. Llamó a la puerta y la recibió con una sonrisa. Ella no dijo nada, lo empujó sobre la cama y empezó a quitarle la ropa. Cuando él intentó hacer lo mismo, se lo impidió, lo miró de forma altiva, con una sonrisa le pidió silencio, se dejó hacer. Yacía desnudo sobre la cama y ella a horcajadas sobre él, intentó tocarla y empujó bruscamente sus brazos hacia la almohada, “no hagas que te ate” le espetó. Lamió sus labios, su cuello, sus párpados… Fue desabrochándose su camisa, él adivinaba la apertura de cada botón, escuchó la cremallera de su falda, abrió los ojos y vio su ropa interior negra, resaltaba en la blancura de la estancia. Se abalanzó sobre sus labios, jugando con su lengua mientras le rozaba fuerte contra sus bragas. Lamió sus labios, su cuello, sus párpados… y fue deslizándose con la lengua lentamente por su torso. Se paró en los pezones, los lamió, los mordió. Él sintió un placentero dolor y su erección lo hizo más que evidente. Se desató el sostén, se quitó las bragas. Lamió su ombligo, siguió bajando y dio un rodeo por sus ingles, lamió el interior de sus muslos, volvió a las ingles, él se estremecía y apretaba la almohada con sus manos. Rozó levemente su erección con la lengua, y se dirigió a sus testículos, suavemente, bruscamente, los mordió, los chupó, él no cesaba de gemir. Lamió su pene, de arriba abajo, lo metió en su boca, hasta el fondo. Comenzó a succionarlo, cada vez más rápido, más aun… Cuando estaba a punto de estallar paró en seco, subió a su boca, le metió la lengua mientras cogía sus manos y las llevaba a sus pechos, los apretó. Él ya sabía lo que tenía que hacer. Ella le dio la espalda, él se aproximó mientras se frotaba con su cuerpo, le mordió la nuca, comenzó a besarla desde el cuello hasta las piernas, le dio la vuelta bruscamente, ella sonrió. La besó en la boca, en el cuello, chupó sus pezones, los mordisqueó con venganza, ella rió y puso sus manos sobre su cabeza, lo empujó hacia abajo indicándole el siguiente paso. Sus gemidos, los de ella, animaban el vigor de su lengua, la de él. Cuando ella sintió que no podía más le susurró “para, basta, métete dentro, quiero que me folles”. Él obedeció sin reparos, lo estaba deseando. Sus lenguas jugaban, se mordían los labios mientras sus cuerpos se balanceaban en sincronía. Sus gemidos se unieron esta vez, hasta estallar en gritos de placer.

Se levantó, desnuda, encendió un cigarro, abrió la ventana y quedó de pie mirando a través de ella. Él se aproximó, la rodeó con sus brazos. Tras una bocanada de humo le dijo, sí, dame el último abrazo, y se dejó arropar por él. Querrás decir de esta noche, dijo. Ella no respondió nada. Tenía claro que no lo volvería a ver más.

sábado, 28 de marzo de 2009

miércoles, 25 de marzo de 2009

those wounderful years


El otro día me decidí a poner un poco de orden en el altillo de mi armario y cuando vi la casita no lo pude evitar, la bajé.

Y abrí la caja de Pandora. Me expuse ante mis recuerdos sin cautela ni reservas, y me sumergí de inmediato entre los golpes y caricias que me dio la vida. Olía a polvo, a cuero viejo, a flores secas. Saqué mis cuadernos de viajes y recorrí de nuevo el Camino de Santiago; recordé a la quinta del canuto en aquel campo de trabajo; encontré mi billete de interrail y las aventuras que viví con la mejor amiga. Una cinta de casete con canciones que me dedicaron (suspiro); una pulsera a medio hacer que nunca llegó a su destinatario; el borrador de unos poemas que envié cuando tanto lo amaba, y reí y pensé “¿a quién entonces?” y reí más cuando lo averigüé. Pero también encontré otros que recordaba bien, cartas y poemas que él había mandado, las más recientes, las más hirientes. Leí alguna, no todas, si la herida cicatriza bien para qué arrancar las costras. Me emocioné especialmente al sacar del fondo la única carta que me envió Carlos desde América, junto a su foto de hace 15 años, cuánto esperé esa carta, cuánto quise yo a ese chico. Y encontré las elucubraciones de mi rincón del desastre; las cartas de yoiba, amigas que querían cambiar el mundo; fotos y postales desde tan lejos; letras de canciones escritas a golpe de parar el radiocasete cuando aun no existía google; cartas de amigos para toda la vida de los que apenas se ya nada… y cartas de amigos a los que ahora he recuperado. Contra todo pronóstico, me sentí muy bien.



El tiempo pasa,
nos vamos poniendo viejos
y el amor no lo reflejo, como ayer.


En cada conversación,
cada beso, cada abrazo,
se impone siempre un pedazo de razón.


Pasan los años,
y cómo cambia lo que yo siento;
lo que ayer era amor
se va volviendo otro sentimiento.


Porque años atrás
tomar tu mano, robarte un beso,
sin forzar un momento
formaban parte de una verdad.


El tiempo pasa,
nos vamos poniendo viejos
y el amor no lo reflejo, como ayer.


En cada conversación,
cada beso, cada abrazo,
se impone siempre un pedazo de temor.


Vamos viviendo,
viendo las horas, que van muriendo,
las viejas discusiones se van perdiendo
entre las razones.


A todo dices que sí,
a nada digo que no,
para poder construir la tremenda armonía,
que pone viejos, los corazones.


El tiempo pasa,
nos vamos poniendo viejos
y el amor no lo reflejo, como ayer.
En cada conversación,
cada beso, cada abrazo,
se impone siempre un pedazo de razón

martes, 10 de marzo de 2009

10 cosas que pensé que no haría a los 31…


...y he hecho:


1. Vivir en Murcia
2. Invertir en una casa, que no quiero
3. Cogerle cariño a mi coche nuevo
4. Pasar de hippie barata a hippie de boutique
5. Ir a los toros (una vez sólo…suficiente!)
6. Mentir a mis amigos
7. Desenamorarme del hombre de mi vida
8. Sentir un flechazo
9. Vivir tan jodidamente feliz
10. Escribir este blog

domingo, 8 de marzo de 2009

ron naranja


El local estaba lleno de gente, copas en las manos y miradas buscando una diana con la que coquetear, o alternar si procede. Él estaba rodeado de bellezas, se sentía el más afortunado de los presentes, qué pena que fueran sus amigas, pensó. Juguetón cogió un trozo de naranja del vaso de ron, lo puso entre sus labios y lo mostró a una ellas. Sin pensarlo ésta lo mordió, divertida. Aun quedaba naranja en su boca, miró a la más bella y con una sonrisa accedió a su juego. Se acercaron, compartieron los restos de la fruta que pronto desapareció, pues su beso se prolongó con una fuerza que sorprendió a los espectadores, más aun a sus protagonistas. Un vaso estalló en mil pedazos. Él pensó que la liberación de tanta energía podría tener otra causa, más allá de la amistad. Ella que su embriaguez estaba latente, y que tenía que llevar cuidado para no tirar más copas al suelo, qué pena de ron.

miércoles, 4 de marzo de 2009

monos amarillos


Altas horas de la madrugada. Camino zigzagueante por las calles vacías. El último white label puede que sobrara, seguro que sobraba, pero es un riesgo que me gusta asumir. Enciendo el nunca último cigarro y el humo se mezcla con el vaho de mi boca, qué fría está la noche, joder, no me había dado cuenta hasta que dejé de beber. Meto la mano libre dentro del bolsillo de mi abrigo, y rozo las llaves, ya queda menos para llegar a casa, y hacerle sangre a la cama.

Un ruido irrumpe mi delirante aislamiento, otra de las malditas máquinas limpia calles dirigidas por monos amarillos. Cualquier mujer que regresa a casa, sola, preferiría la compañía en la madrugada del fruto de esta ingeniería urbana, pero yo no. No me gustan nada. Cruzo la calle esquivándola, y al final de ésta, asoma otra infernal máquina, conducida a mayor velocidad. Me siento acorralada entre las dos, que aceleran y deceleran, cambian bruscamente de dirección, como si fueran leonas acechando a su presa esperando el momento de atacar. De reojo miro a los monos amarillos, me parece que fuman y ríen, hasta diría que babean. Me rodean, juegan conmigo, levantan las escobillas como garras. Torpe cruzo la calle buscando la acera protegida por barras de hierro, entre ellos estaré a salvo, no pueden pasar a ese lado. Acelero el paso, mi respiración se agita. Escucho las máquinas atrás acelerando cada vez más, paralelas a mi camino, intentan alcanzarme. Una nueva máquina aparece tras la esquina, se acabó la cerca de barrotes en la acera, sólo me queda correr, corro! Cruzo la Gran Vía en milisegundos, apenas miro si vienen coches a ambos lados, estoy cerca de casa, casi a salvo. Alerto bien los oídos por si detecto algún otro ruido.

En un momento de lucidez, ante el umbral de mi cama, me cuestiono quién estaba más ebrio, si los monos amarillos o yo.

domingo, 1 de marzo de 2009

moi non plus


http://www.youtube.com/watch?v=sHiMDB19Dyc

Jane Birkin inundó el auditorio con sonrisas, dulzura y cálidos temas. Nada parecía indicar que la melancolía se iba a apoderar de mí, maldita la hora en que aprendí francés! El ambiente era propicio para ello, aunque estaba rodeada de amigos en la oscuridad siempre brilla una luz, o una lente. Te crees que puedes con todo, que eres imparable, que la melancolía es pasajera, ánimo! Pero te coge a traición, por la espalda, y caes lentamente otra vez en la desazón de saber y no entender nada.
Je t'aime... moi non plus

Primer amor





Terminó el verano y el cosquilleo volvió al estómago. Su madre le ayudó con el uniforme, su larga melena se recogía en un coletero y estrenaba zapatos. Llegó a la fila de su curso y lo buscó entre sus compañeros nerviosa, pero no lo encontró. “Quizás esté enfermo” pensó. Al llegar a casa rezó a su ángel de la guarda. Al día siguiente la noticia de su traslado la dejó helada. Lloró en silencio con sus compañeros, lloró con su madre en casa. No volvió a rezarle desde aquel día.

Un curso después cambió de colegio, colgó el uniforme y con su ropa estival se mezcló entre sus nuevos compañeros. Cuando se cruzaron, se miraron en silencio, segundos que parecieron horas…y sonrieron. Ella le mandó una carta de amor, la primera. Él le regaló lápices de colores, ella dibujó corazones. Bailaron y jugaron. Vivieron la aproximación a un beso. Todo acabó cuando al regresar del verano no se encontraron en clase. Otro traslado. Definitivamente se volvió atea.