El día que la conoció compró 40 libretas moleskine.
Quería escribir todo lo que ella le hacía sentir cada día: frases, momentos, sensaciones, mensajes, poemas... Desde su amor de juventud no había vuelto a pronunciar un
te quiero, palabras que a su parecer eran malgastadas en vano. Cumplieron un año juntos y él le regaló la primera libreta repleta de ellos dos.
Ella lloró, él la abrazó.
Cuando ella le rompió el corazón, él salió de su vida sin mirar atrás y arrojó a la basura el resto de libretas vacías.
Muchos años después conoció a la mujer que la acompañaría el resto de su vida, la que se convertiría en la anciana con quien sentarse en el porche y contemplar a sus nietos, cuya piel arrugada por el paso del tiempo seguiría recibiendo cada uno de sus besos. Eso quería él, o eso pensaba él.
Compró 20 moleskines y decidió pausar la entrega, pero antes de su segundo aniversario las volvió a tirar a la basura. Ella nunca supo de la existencia de las libretas ni de los 20 meses de amor que inundaban sus páginas. Ella se marchó y él aun la llora.
Sigue triste, herido, desilusionado... porque aun no sabe que en algún lugar cercano se encuentra la mujer que él espera. Y esta vez será ella la que escriba en las libretas y se las entregue a él.