A escasos 200 metros de casa, y fuera del alcance de los monos amarillos he conocido a Amalia, la serena. Empezó nuestra conversación con un buenas noches, pero enseguida reconocí en su amable sonrisa ganas de conversar. Tu cara me es muy familiar, le he dicho. Amalia ronda por mi barrio, me ha dado su tarjeta y me ha explicado sus funciones como serena. Gratuitamente, acompaña a las personas a sus casas, incluso recoge las recetas de los ancianos y las intercambia en las farmacias de guardia. Apunta los desperfectos de las calles; adoquines rotos, farolas fundidas, cabinas que no funcionan y después lo notifica al ayuntamiento.
Amalia ronda los 50, es bajita, pelo corto y claro, y fuma con boquilla. Nos hemos echado un cigarro y me ha contado sobre ella. Antes fue marchante de joyas, conserje, y varias cosas más. Lleva 6 meses rondando el centro de Murcia, desde las 00.00 hasta las 5.00, pasea sin miedo por las calles, sin más protección que una radio conectada a la central y a la policía. Pero ella no es miedosa, le gusta pasear en la noche tranquila, y sabe que aun puede correr si se le da el caso.
Estoy deseando volver a cruzarme con la amable sonrisa de Amalia y su serenidad.